Inclusión digital y discriminación columna de opinión en El Mercurio

Hoy en día la falta de inclusión digital es una de las principales brechas que separa a las personas mayores del mundo laboral. Así lo señala el informe “Empleabilidad en personas mayores”, que lanzó Pacto Global, la OIT y Sura, y que contextualiza la situación en el trabajo de quienes actualmente representan al 20% de la población en Chile y que alcanzarán el 32% para el 2050.

Es sabido que la transformación digital no es sinónimo de progreso si acarrea la exclusión social de ciertos grupos. Esta revolución de las tecnologías ya ha traído consigo inmensos beneficios para el desarrollo socioeconómico y ha mejorado la calidad de vida de muchas personas. Sin embargo, también amenaza con ampliar distintas brechas y con ello profundizar las desigualdades en el mercado laboral, si no se incentiva la inclusión digital a partir de programas integrales que permitan construir una sociedad para todas las edades.

¿Qué podemos hacer? El documento sugiere una serie de recomendaciones para que las empresas mejoren las dinámicas laborales y organizacionales en cuanto a la digitalización y el uso de Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC) por parte de la población mayor, como promover el encuentro intergeneracional y propiciar espacios de aprendizaje mutuo sobre las nuevas tecnologías, junto con realizar encuestas y diagnósticos de brechas digitales en la organización. Además, es fundamental considerar la formación continua. La falta de competencias digitales es, cada vez más, uno de los principales obstáculos para la inclusión y participación en sociedad, por lo que también urge la construcción de políticas públicas que permitan invertir más y mejor en programas de habilidades digitales y el desarrollo de dichas competencias.

En un mundo altamente tecnologizado, la inclusión digital es además inclusión social. Las personas mayores refieren la necesidad de contar con espacios de participación, en un contexto en el que una de cada cinco se siente excluida o aislada por los demás. El edadismo, o discriminación por edad, es una de las principales causas: el 48,3% de los mayores de 60 años afirma que ha sentido maltrato por su edad, mientras que tres de cada cuatro personas mayores indican haber sido maltratadas por su equipo de trabajo.

Aún queda un largo camino por recorrer, considerando la rapidez de las nuevas tecnologías. Sin embargo, la pandemia  aceleró la irrupción de tecnologías en personas mayores: un 94% de este grupo etario incrementó el uso de internet a raíz de las cuarentenas. Lo anterior se presenta como una oportunidad para las empresas, no solo para perfeccionar sus canales de atención u ofrecer mejores productos y servicios que respondan a la llamada Economía Plateada, sino que también para incluir a todos sus grupos de interés, en especial a sus colaboradores +60.

En este desafío tanto el sector público como el privado tienen un rol fundamental, así lo dice la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, que busca no dejar a nadie atrás y promover la prosperidad compartida. Es decir, los beneficios del desarrollo económico y los avances tecnológicos deben distribuirse de manera equitativa, impulsando una transición digital socialmente justa.

El informe presentado esta semana da cuenta que las personas mayores aportan experiencia, responsabilidad, buen trato, altos niveles de resiliencia y confiabilidad al mundo del trabajo. El beneficio es mutuo: mediante la actividad laboral las personas mayores complementan sus pensiones, financian su salud y el ocio, ayudan económicamente a sus familias y, sobre todo, aseguran su autonomía e independencia, lo que les permite sentirse y mantenerse activos. En un país que envejece aceleradamente, dar valor a la experiencia de vida y colaboración intergeneracional es una oportunidad que no podemos desperdiciar.

Columna de opinión para El Mercurio por Carolina Goic, asesora de políticas públicas de Conecta Mayor y Eduardo Toro, director ejecutivo de Fundación Conecta Mayor